El viaje hacia el aprendizaje digital tiene cada vez más connotaciones que recuerdan a una aventura espacial, en la que descubrir lugares recónditos y alejados de nuestra cultura e historia. Es una suerte de exploración que nos descubre un camino lleno de obstáculos que debemos sortear. Marc Rosenberg, autor de “E-Learning; estrategias para aportar conocimiento en la era digital” (McGraw-Hill, 2001), ha ofrecido algunas señales que debemos tener en cuenta para establecer una cultura de e-learning y evaluar su ROI, traducido en la capacidad de la organización para responder a los desafíos del mercado.
Rosenberg ya alertaba, hace más de quince años, de que esta innovadora vía de instrucción no debe articularse igual que la formación presencial, ni en estructura, organización o temática.
Pero, no todas las empresas están preparadas para ofrecer formación por medios digitales. Su éxito depende del respaldo, disposición y apertura que encuentre en la organización. Se trata de inculcar una cultura de compartir información, de forma comprensiva y ajustada a las cambiantes necesidades de los empleados, y con el respaldo de una robusta infraestructura.
Pero el e-learning y la gestión del conocimiento son procesos separados de la formación. Al hablar de ésta última es preciso mencionar a la cultura de la organización, de los mandos directivos, de las estructuras y canales de intercambio o de la incorporación de nuevas tecnologías. La clave está en construir capital intelectual e invertir de forma ágil, no sólo en el desempeño laboral de cada empleado, sino también en su futuro potencial.
Para ello, es preciso establecer un sistema eficaz de gestión del conocimiento que no sea exclusivamente un vehículo para compartir información, sino que pueda convertirse también en un lugar donde establecer las bases de una comunidad de aprendizaje.
Así, el empleado podrá acceder, desde un simple dispositivo, a todas las políticas de la empresa, a formularios, información de colegas, historias de éxito, opiniones de expertos, solucionar problemas, obtener consejos al instante, enseñar, entrenar y personalizar sus necesidades de capacitación…
Hasta crear una cultura del aprendizaje en la que la formación continua es percibida y utilizada como pieza esencial de su trabajo, las organizaciones tienen que ser capaces de avanzar hacia ese futuro con la ayuda de las nuevas tecnologías y el respaldo de servicios IT avanzados.
De su éxito depende la capacidad de la organización para retener y capitalizar el talento, el más valioso de todos sus activos.
Carlos Pérez-Herce, CFO & Director RRHH